En Londres, soñé que estaba en la playa.
Era una playa llena de "ositos".
Hacía sol y se estaba en la gloria.
Un hidroavión surca majestuoso el cielo ante nosotros.
De repente, hace unos cuantos aspavientos, y, claramente averiado, pierde altitud bruscamente y se precipita hacia el mar para realizar un espectacular y forzoso amerizaje. ¡CRASH, BUM, BANG!.
Queda flotando, humeante pero aparentemente intacto, cerca de la playa.
Si dudarlo, antes de que toque el agua, salto como un rayo hacia él, decidido a auxiliar a quien viaja en el aparato.
Llego nadando hasta una escotilla, la abro y penetro en su interior, para descubrir que no hay nadie dentro. "¿Se habrán marchado ya?" pienso.
"Ya que estoy aquí, echaré un vistazo, ¡Me encantan los hidroaviones!" Vuelvo a pensar. Lógica bilbilitana, amigos.
Me acerco a la cabina, llena de botoncicos y aparejos super interesantes y descubro que los letreros donde pone "Subir" o "Bajar" o lo que sea que ponga en los mandos de un avión, están pintados con letras y dibujicos del mismísimo Alberto Calvo. Con muchos coloricos, tirando a rojos.
Y me gustó.