martes, 12 de septiembre de 2017

Irma.

Aunque le había tocado la lotería, Irma seguía trabajando en el servicio de limpieza del colegio.

Cuando encontraba unas gafas en el suelo o los lavabos, las guardaba en su delantal con la esperanza, primero, de que algún chaval despistado, buscándolas, se las pidiera a ella.

 Le hacía mucha ilusión pensar eso.

Y, si eso no pasaba en un tiempo prudencial, las guardaba en una caja en su casa. No las miraba, no las tocaba. Sólo le gustaba saber que estaban ahí.

- ¿Eres tan orgulloso como para no sufrir?- le dijo a su marido el día que se fué. 
Nunca supo porqué, él la dejó al mes de casarse.

Ella lo esperaba veinte años más tarde. Hablaba con él, le pedía consejo y le enseñaba las gafas que perdían los chav
ales.

-No es sano, no está bien. - le aconsejaba alguna amiga que intuía lo que pasaba.

-Hay gente que cree que el Espíritu Santo, o las estrellas, o Albert Rivera, les ayuda y les protege. Déjame a mí que yo crea lo que me de la puta gana.

Pero no le contó que le había tocado la lotería.

https://youtu.be/kGYpm2RMXCw